El pasado mes de octubre, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera a través del documento Panorama de Inclusión Financiera con los datos recabados al cierre de 2021 y con información complementaria de varias instituciones como la CNSF, CONDUSEF, CONSAR, BANXICO y el IPAB. Este documento concentra la evolución de la inclusión financiera en nuestro país, específicamente en lo que se refiere a infraestructura física para la provisión de servicios financieros, cuentas de captación, cartera de crédito, cuentas de ahorro para el retiro, seguros, medios de pago, remesas y protección a usuarios.
En los últimos años, esta información ha sido utilizada como herramienta de consulta básica en las universidades, el servicio público, los medios de comunicación, los organismos internacionales y no gubernamentales.
Dentro de los indicadores más interesantes se encuentra el referente al comportamiento de los seguros en México. Así, el primer dato relevante apunta a señalar que la penetración del sector asegurador en nuestro país es de tan solo el 2.5% del Producto Interno Bruto (PIB), lo que nos ubica por debajo de lo reportado para Brasil, Chile y Colombia. Esta información refuerza la teoría acerca de que en México aún existe una deficiencia en lo que se refiere a la cultura del seguro y prevención de riesgos.
Llama la atención observar que la mayor concentración de primas contratadas para seguros de vida, pensión, accidentes y enfermedades, daños y automóviles se presenta en entidades como son Ciudad de México, Estado de México, Nuevo León, Jalisco, Guanajuato y Querétaro. Si bien hay un incremento en el sector asegurador de poco más del 10% en primas respecto de los indicadores del 2020, la CNSF comparte que hay una disminución del 19% en cuanto a las personas con un seguro de vida, del 12% en cuanto a seguros de daños y del 6% en seguros de automóviles en comparación con el incremento del 45% en personas con un seguro de accidentes y enfermedades obedeciendo quizás a los efectos de la pandemia vivida hace un par de años.
Un dato importante a resaltar es que de la población que cuenta con un seguro de vida, la mayor concentración se observa en el grupo de edades de 30 a 39 años, seguida del grupo de 40 a 49 años. Esto sin duda proporciona una referencia valiosa en cuanto a las necesidades de protección generacional que deben ser reconsideradas por los adultos jóvenes y por las personas que se encuentran en las etapas avanzadas de su vida productiva y laboral.
Si te interesa, puedes consultar el documento completo en https://bit.ly/Panorama_IF_2022